Pedri durante un partido como juvenil. Foto: Gelo Hernández.
Quizás parecía una locura cuando a Pepe Mel se le ocurrió poner a un niño de 16 años en Segunda División. Pues ese pensamiento duró muy poco en la mente de los menos creyentes en Pedri González en sus inicios como futbolista profesional. Un niño de Tegueste, bajito y flaquito, iba a reventar los esquemas de los más optimistas a base de fútbol, pero de un fútbol de calle, del que gusta ver. Un chaval con la humildad como bandera, al que parecía imposible quitarle un balón, y con una mente privilegiada tanto dentro como fuera de los terrenos de juego.
A Pedri no le bastó con hacer un temporadón con Las Palmas, lo que supuso su fichaje por el FC Barcelona. El tinerfeño llegó a la ciudad condal donde seguramente no lo conocía casi nadie allí, y eso volvió a durar muy poco. El canario se hizo con la titularidad fija en los onces de Koeman, acabando con 52 partidos en sus piernas, y una Copa del Rey en la vitrina. No era solo su talento, sino su despliegue físico, matándose a correr y recuperar balones siendo mil veces más un jugador creativo que destructivo. Él sabía y sabe que se lo tiene que dejar todo cuando salta a un campo, y eso hace siempre. Luego llega una Eurocopa, y bueno, se echa por momentos a España a la espalda y acaba siendo el mejor joven del torneo y acaba en el once ideal. Minucias. Por último, como repaso a su temporada, pues como tenía pocos partidos jugados, lo llaman para los JJOO en Japón, va el chico lo juega todo y se trae para Canarias una medallita de plata. Así, como quien no quiere la cosa.
Y a lo que veníamos, el pibe de Tegueste, el del fútbol de barrio, al que a pesar de ser ya una estrella mundial no se le ha subido la fama a la cabeza, gana hoy el Golden Boy, el premio al mejor jugador joven de Europa menor de 21 años. El futuro dirá si Pedri podrá seguir el camino estelar que lleva, pero por lo pronto, uno de los nuestros ya es de oro.